Como observamos hace años, todos los avances a nivel informático van
cambiando nuestras costumbres, es así como actualmente vivimos en un
mundo plagado de imágenes: la televisión, internet, la posibilidad de
comunicarse y “verse” uno al otro en el espacio virtual, hace que uno
pueda prescindir de los elementos concretos de la realidad y del mundo
físico y real que nos rodea.
Siempre se han querido
sortear los límites de la vida, esto no es nuevo. Desde la antigüedad
hasta nuestros tiempos, yendo desde la búsqueda de fórmulas y pociones
mágicas de la juventud, hasta la búsqueda del secreto de la inmortalidad
del alma. Hoy en día, en un mundo colmado de imágenes la solución
pareciera ser “corregir” las marcas del envejecimiento y lo que no nos
gusta de nuestro cuerpo. Las bondades del Photoshop nos brinda un mundo
de posibilidades para lograrlo, pero ¿cuál es el límite?, ¿cuándo es
suficiente?.
El uso indiscriminado de esas técnicas a
veces permite engañarse con alcanzar objetivos que no son saludables,
como la ilusión de franquear los límites del propio envejecimiento
tratando de conservar un ideal de belleza que todos los días se va
alejando más, ya que por un lado el paso del tiempo no se puede detener
en la realidad, y por el otro, los ideales de belleza van mutando y se
van modificando año a año. Pero los ideales no están para alcanzarlos,
sino para marcar el horizonte, funcionan como soporte, por eso son
ideales, mantienen una función social y cultural demarcando los límites.
El
Photoshop y las cirugías estéticas nos brindan la posibilidad ilusoria
de controlar nuestro envejecimiento, esquivar la realidad de que somos
seres finitos y mortales. Es por eso que uno no se realiza solo una
cirugía estética, ya que los límites de lo posible se ensanchan y uno
continúa a veces indiscriminadamente hasta llegar al punto de perder sus
verdaderos rasgos en pos de la juventud eterna, queriendo alcanzar ese
Ideal de belleza y juventud. Con el Photoshop sucede lo mismo, crea una
imagen perfecta que genera una distorsión de la imagen real. Esta imagen
distorsionada que se ofrece al público incrementa la angustia de muchas
mujeres hombres y niños. Este incremento de angustia, con mensajes
mucha veces subliminales, indirectos, contrastan fuertemente a la
realidad real con esa realidad inventada, modificada, y deja así al
observador del lado de lo que no tiene, lo que no es en contraposición
con la perfección absoluta, que entre otras cosas niega absolutamente el
paso del tiempo. ¿Hasta cuándo sigo modificando la foto?, ¿Cuándo es
suficiente?, llega un punto en que la imagen deja de ser el reflejo de
uno mismo y se convierte en lo que uno quisiera ser.
A
nivel psíquico se produce una “desmentida”, se niega la imagen de sí
mismo o la parte del cuerpo que a uno no le gusta y el objetivo es
retrasar el paso del tiempo, negar la celulitis, las estrías, las
arrugas, hacer de cuenta que eso no existe. Pero todo tiene un precio y
nuestro organismo es el que paga las consecuencias de esa carrera
frenética y sufre los efectos a nivel psicológico: en el consultorio
aumentan las consultas sobre desordenes alimentarios, baja autoestima y
ansiedad, ya que persiguiendo el afán de conseguir ese ideal, aumentan
los niveles de ansiedad básicos del organismo provocando desordenes
físicos, trastornos en la imagen corporal y de sí mismos. También las
personas con rasgos obsesivos son muy proclives a embarcarse en
conseguir la juventud eterna, ya que la personalidad obsesiva se basa en
la creencia de la existencia real del ideal de perfección.
Hace
poco una diputada francesa propuso una ley que notificara acerca de las
fotos modificadas o retocadas. La propuesta es buena, sin embargo, lo
que llama la atención es la necesidad de hacer esa salvedad, es decir,
¿por qué es necesario aclarar que la foto no es real?, si hay que
explicar que los cuerpos de las fotos “no son perfectos”, es porque
entonces hay una gran distorsión de la realidad basada en la creencia
fehaciente de esa posibilidad de llegar a tener ese cuerpo perfecto. Eso
es lo peligroso, creer que esa imagen pueda ser posible en lo real.
La
cuestión no es dejar de utilizar los avances de la ciencia y la
tecnología, sino que la solución reside en una cuestión de grados e
intensidades, en el manejo adecuado y no excesivo de los recursos que
tenemos a nuestro alcance. Si al tiempo de una cirugía sentimos que
necesitamos hacer otra más, y después otra más, si con esa foto no
sabemos cuándo parar de modificarla y la ansiedad y el temor de no ser
aceptado se incrementa y nunca cesa, es aconsejable realizar una
consulta psicológica. El sentimiento de inconformidad constante con el
propio cuerpo, el aumento de la ansiedad y la progresiva baja de la
autoestima son señales de nuestra vida anímica que no debemos
desatender, son signos de que algo no está bien y debemos realizar una
consulta profesional.
Lic. Marina Sinaí y Lic. Gisela Holc
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