PSICOLOGIA COMUNITARIA: ORIGEN, CONCEPTO Y CARACTERISTICA.
ALIPIO SÁNCHEZ VIDAL.
Departamento de Psicología Social. Universidad de Barcelona.
En las líneas que
siguen intentaremos capturar, en un espacio relativamente reducido,
algunas de las ideas y características básicas que definen a la
Psicología Comunitaria (PC) como concepto teórico y como campo de
intervención. Precederemos el intento con una contextualización
socio-histórica de sus orígenes y lo cerraremos con una mínima
bibliografía seleccionada. Por razones de agilidad y digeribilidad
obviaremos las referencias bibliográficas, salvo algunas excepciones
aconsejables. Debemos reconocer, no obstante, las aportaciones
enriquecedoras de personas ligadas al grupo de trabajo de Psicología
Comunitaria (PC) y de los propios estudiantes de Psicología Comunitaria
de esta Facultad.
1. Orígenes: la salud mental comunitaria
Aunque existen raíces y precedentes, la PC
cristaliza institucional y académicamente en Estados Unidos, en la
década 1960-70, ligada al campo de salud mental (SM). La historia y
prehistoria del movimiento comunitario estadounidense está
suficientemente detallada en varios libros (como el de Levine, 1981) y
capítulos, lo que nos exonera de su relato factual. Nosotros mismos
(Sánchez, 1988) hemos intentado sintetizar el cómo y el porqué del
surgimiento de la PC.
Por citar algunas fechas, 1963 y 1965 son dos a
destacar. En 1963 la Administración Kennedy aprueba la creación mental
comunitarios, núcleos básicos e iniciales del movimiento comunitario. En
1965 se reúne en un barrio de Boston un grupo de psicólogos,
profesionales de la salud mental que ya trabajaban en la comunidad, para
discutir la formación en ese ámbito. Acaban, sin embargo, con una
propuesta mucho más amplia y cuasi-revolucionaria que asigna al
psicólogo el papel de agente de cambio social y conceptualizador
participante en las transformaciones comunitarias y que es
apropiadamente denominada Psicología Comunitaria.
En el surgimiento de la PC, vienen a concurrir una serie de fuerzas y factores
(técnicos, profesionales y sociopolíticos) que habían ido madurando
dentro del contexto de al aplicación de la Psicología, posterior a la
Segunda Guerra Mundial, y del activismo e intervencionismo de los
científicos sociales auspiciados por el momento histórico de ebullición y
apertura al cambio social de los años sesenta. Por un lado, se vivencia
la insuficiencia del modelo médico-clínico de enfermedad y del
hospital, su eje maestro, para entender y solucionar no sólo muchos de
los problemas de salud mental, sino las nuevas patologías psicosociales
(drogas, marginación, violencia, desintegración familiar, etc.)
resultantes de las profundas dislocaciones y desintegración social
acompañantes de los cambios tecnológicos y sociales en curso. Añádanse
el desencanto de la psicoterapia para cumplir las expectativas generadas
inicialmente y la imposibilidad de alcanzar por ese método a todos los
necesitados de ayuda psicológica (especialmente a los más marginados: la
psicoterapia ha sido siempre un valor y práctica de las clases
mdio-altas).
El rol del psicólogo es replanteado, no sólo
para trascender los estrechos límites fijados por la jerarquía médica en
los hospitales psiquiátricos, sino también para definir su
participación en la crisis y cambios sociopolíticos en marcha dentro de
los diversos ámbitos en que trabaja: salud, educación, justicia,
bienestar social, etc. Esto, unido al creciente intervencionismo de la
profesión psicológica, la demanda creciente de la calidad de vida y la
necesidad de reconocer los problemas sociales emergentes, prevenirlos y
darles solución sobre el terreno en vez de estudiarlos y hablar de ellos
en arcanas cátedras y laboratorios, produce un acercamiento a la
comunidad y un replanteamiento de las estrategias tradicionales del
trabajo psicológico.
También en Latinoamérica se ha desarrollado un
poderoso movimiento comunitario con comunidades con el del vecino
norteño, pero también con diferencias notables, como una base teórica
más psicosocial y una mayor orientación más política que técnica y de
salud mental (ver Rivera y Serrano, 1988).
La corta historia del movimiento comunitario en
España está aún por escribir. Por lo que conocemos indirectamente,
parece que el movimiento prende de engarce, en la década de los setenta,
de las inquietudes sociales -y el compromiso político- de los
psicólogos recién titulados con las posibilidades, abiertas en los
sistemas de prestación de servicios o iniciación de nuevos proyectos
autogestionados, en el contexto de influencias como: la salud pública,
la antipsiquiatría británica o italiana, el movimiento pedagógico
freiriano, los centros de servicios sociales y salud ligados a los
ayuntamientos, las tradiciones reivindicativas y autogestionadas de los
movimientos urbanos y asociativos etcétera.
No deben olvidarse tampoco, a nuestro entender, las
raíces socioestructurales de estos acontecimientos: la industrialización
y desarrollo de los sesenta generan posibilidades de diferenciación
social mucho mayores (así aparecen los grupos sociales marginados y descolgados) y unos cambios socioculturales profundos (aumento de la competitividad, individualismo, disminución de la solidaridad y del rol
de los grupos sociales primarios, instauración de los valores del éxito
frente a la realización personal o la afiliación, etc.) que plantean
problemas adaptativos dramáticos a grandes grupos de población
-emigrados, parados...-, sobre todo en los cinturones urbanos de las
ciudades donde, no por casualidad, se inician muchos de los nuevos
programas. La emergencia de las primeras promociones de psicólogos a
principios de los setenta y de los ayuntamientos democráticos en 1977
son también condicionantes coadyuvantes importantes.
2. Psicología Comunitaria: definición y modelos teóricos
En este punto abordaremos la parte teórica de la PC.
Lo haremos desde una perspectiva desarrollista o de
recursos, frente a otra, complementaria, residualista o marginalista, de
prestación de servicios. No entraremos aquí en la discusión de la
interrelación y asunciones de cada postura, nos limitaremos a constatar
que existen, son básicamente distintas y que, probablemente, cada una es
por si sola insuficiente, por lo que, aun adoptando la opción general
desarrollista, recogemos algunos elementos de su complementaria
marginalista.
Reconocemos también que no es fácil codificar
conceptualmente la PC por haberse definido el campo primordialmente a
través de la acción y no de la teoría, casi siempre muy descuidada, lo
que hace este empeño tanto más necesario. Lo que sigue es un modesto y
breve intento de definir sistemáticamente la PC como campo teórico e
interventivo autónomo, diferenciado de otros campos psicológicos, sobre
todo del clínico.
A partir de nuestra propia elaboración (Sánchez, 1988; págs. 136-139) que enlaza bastante con -entre otros- Rappaport (1977), definimos la Psicología Comunitaria como un campo de estudio de la relación entre sistemas sociales entendidos como comunidades y el comportamiento humano y su aplicación interventiva a la prevención de los problemas psicosociales y el desarrollo humano integral, desde la comprensión de sus determinantes socioambientales y a través de la modificación racional (consciente y generalmente planificada) de esos sistemas sociales, de las relaciones psicosociales en ellas establecidos y del desarrollo de (la) comunidad.
No entramos a aclarar el sentido de los 11 conceptos
señalados, que nos darían la clave del contenido de la definición, pero
ocuparían el resto de estas páginas. Destaquemos, eso sí, los temas fundamentales de la PC: el desarrollo humano (el tema psicológico, el output a producir) y el cambio social en dirección comunitaria (el tema social implicado en el adjetivo comunitario del concepto de PC). El fin básico
de la PC es promover racional e informadamente el segundo para obtener
el primero desde la comprensión de su mutua relación. Desde la
perspectiva amplia de la Psicología, en PC nos interesan las personas en
lo que tienen de común o compartido (problemas y recursos), no en lo
diferencial o único, que centra el quehacer de otras ramas psicológicas y
personológicas.
A partir de aquí, la PC podría caracterizar- se en
cuatro apartados que la definirían, por sí misma y diferencialmente,
respecto del campo psicológico-clínico, tanto en su vertiente teórica
como interventiva:
A. La idea de (la) comunidad.
B. Los modelos teóricos diferenciados.
C. Los objetivos de la intervención
D. La intervención misma en cuanto a contenidos (o métodos) y estilo (o proceso).
Los dos primeros puntos forman la parte
teórico-conceptual y se tratan a continuación. Los dos últimos, la parte
operativo o interventiva y van en el punto siguiente.
A. (La) comunidad
Parte central, como substantivo o adjetivo,
de todo el trabajo e ideario comunitario; su significado y papel en la
PC dista de estar claro. Como tema complejo, que rebasa con mucho el
tono y extensión de estas líneas, vamos sólo a tratar aquí algunos
puntos básicos sobre la comunidad remitiendo al lector al capítulo 2 de
nuestro libro y a la bibliografía allí citada para una ampliación del
tema.
Generalmente, comunidad significa dos cosas expresadas por su uso substantivo (la comunidad) y
adjetivo de otro nombre (la Psicología en este caso). Lo primero se
refiere a un lugar y grupo social que lo puebla, percibiéndose como una
unidad social interdependiente y diferenciada frente a otras y cuyos
miembros desarrollan sentimientos de pertenencia o comunidad y mantienen
relaciones e interacciones estables. Por ejemplo: un barrio o un pueblo
X (como algo singular).
Comunidad, como adjetivo, se refiere a esas
interacciones, elementos y lazos comunes (incluyendo el sentido
psicológico de comunidad o pertenencia, opuesto a la marginación o
desarraigo personal) compartidos generalmente, pero no siempre, por
razón de vecindad. Es decir, pueden darse lazos y relaciones
comunitarias entre personas que no viven juntas, pero comparten una
cultura o idea (el judaísmo), aunque esto sea excepcional.
¿Qué papel tiene (la) comunidad en PC? Simplificando mucho, uno doble en nuestra opinión:
Designa el lugar u objeto físico y social de la intervención que
no son individuos, como en la Psicología clínica o individual, sino una
asociación supraindividual y supragrupal, pero infrasocial (es decir,
hay un nivel superior de interacción no psicosocial y comunitario, sino
social, formado de comunidades).
Dos notas adicionales a este respecto: En PC también se interviene sobre otros tipos de sistemas sociales de carácter primordialmente no comunitarios, como las instituciones o las organizaciones.
Se trabaja además sobre poblaciones (como los
pacientes de SIDA o los parados) que no se definen por sus relaciones
sociales (es decir, no constituyen un sistema social) ni por ser una
comunidad, sino por compartir una característica demográfica o física.
Esta forma de trabajo es similar a la de salud pública, más demográfica
que propiamente comunitaria.
La PC trabaja en la dirección de incrementar el sentido de comunidad y
la integración social «fortalecer el tejido social», en terminología
cercana) de individuos y grupos y no en la de su desarticulación o
descontextualización social. Diríamos que se trabaja con un ojo puesto
en los grupos o comunidades marginados y el otro en la sociedad general
corno marco de referencia y eventual conexión.
Esta última idea enlaza, a su vez, con una tercera referencia del uso de comunidad en PC: la ya citada pérdida u ocaso de comunidad operadas
en las sociedades modernas en conexión con el progreso económico y
tecnológico. Además del obvio papel explicativo que este concepto tiene
sobre el nacimiento de los movimientos comunitarios y los problemas
sobre los que se trabaja (ligados al desarraigo personal y la
desintegración social), ayuda no poco a entender las estrategias de
reconstrucción comunitaria (apdo. D) y el trasfondo ideológico y
humanístico de la PC.
Obviamos aquí la distinción de Tonnies entre
comunidad y asociación. Baste decir que desde esa distinción sociológica
importante, pero limitada, descuida un cuarto aspecto de lo comunitario
que la praxis cotidiana y no pocos estudiosos han señalado como
fundamental: la distribución de poder en la comunidad y las líneas de agregación y asociación social marcadas, no por ideas comunitarias o afiliativas, sino por los intereses y
las ideologías políticas como factores clave (junto a los precedentes)
para entender y trabajar en la comunidad. Aspectos que remiten a marcos
teóricos-ideológicos distintos y complementadores como los marxistas o
la acción social.
B. Modelos teóricos en PC
Se trata de conceptos y modelos teóricos
distintos de los de la Psicología individual -puesto que el objetivo de
intervención es social o psicosocial- que permiten explicar los
problemas sobre los que se interviene, entender el contexto comunitario
en que se dan y servir de guía operativo para la intervención. En parte
adaptados de otros campos y disciplinas, son, en general, formulaciones
emergentes -como la propia PC-. Aquí daremos sólo una guía general sin
tratar de describir modelos concretos, lo que ya se ha hecho, en parte,
en Caplan (1978), Gibbs, Lachenmeyer y Sigal (1980), o Rappaport (1977).
Para mayor claridad dividimos los modelos en
(básicamente) analíticos y operativos, aunque en PC casi todos los
modelos tienen un importante componente operativo, al tratarse de un
campo de acción. Los primeros especifican conceptualmente las ideas
centrales del campo citadas en la definición (comunidad, desarrollo
humano etc.) ayudando a su descripción, comprensión o explicación. Los
modelos operativos ligan el desarrollo psicológico y la prevención con
el cambio social, señalando, por tanto, estrategias genéricas de
actuación para obtener aquellos desde éste. Los modelos analíticos
sirven para entender o analizar; actuar; los operativos, para actuar. En
un campo interventivo como éste, están, por tanto, interrelacionados.
B. 1. Modelos analíticos. Podrían clasificarse en globales y
psicosociales. Los primeros describen el marco global o macrosocial del
desempeño comunitario. Entre ellos pueden citarse el de (la) comunidad
(ya tratado) y el sociológico de los problemas sociales (Merton y
Nisbet, 1976) como esquema que liga las transformaciones sociales y
estructurales -ya citadas en el punto primero- con los efectos
psicosociales, objeto central de la intervención comunitaria.
Los modelos psicosociales se inscriben en el
nivel meso-social, propio de la PC, ligando los dos términos básicos del
campo: individuo y sistema social o comunidad y destacando uno u otro
aspecto de este nivel. Los más apropiados para la PC serían: los
ecológico-socíales, adaptativos, interactivos y transaccionales -que se
centran en la interacción de individuos y entornos sociales- y los
sistémicos, dentro de los sistemas en general.
También se incluirían aquí conceptos (que no teorías o modelos) como los de es apoyo social.
B. 2. Modelos operativos. Entre los modelos
que guían la intervención podrían citarse el de prevención (procedente
de la salud pública), el de la competencia o habilidades sociales
(básicamente individual, pero susceptible de uso grupal) y los de acción
social (marxistas, sistémicos, autogestionados, organizativos, etc.,
basados en la acción solidaria desde abajo para redistribuir el poder).
Podríamos incluir también aquí el modelo de los
suministros de Caplan y otros modelos de desarrollo humano, sean
educativos o psicosociales.
3. Intervención comunitaria: objetivos, contenido y estilo
En este punto abordaremos los apartados C y D, que describen la parte interventiva de la PC (lo que hace) complementando los apartados previos que la definían conceptualmente (lo que es). El
apartado C se centra en los objetivos y funciones generales de la
intervención comunitaria (IC); el D, en los contenidos y, sobre todo, en
su estilo o proceso. Con ello quedan cubiertos los parámetros básicos
(objetivos, métodos y estilo interventivo y relacional) que distinguen
toda actuación o intervención sistemática.
C. Objetivos y funciones de la IC
Los objetivos concretan evolutiva o
psicosocialmente el fin genérico del desarrollo humano, citado como meta
global de la PC que varía según distintas ideologías valorativas o
técnicas, aunque con cierta frecuencia estas distintas posturas reflejan
tanto diferencias de vocabulario, adscripción profesional o doctrinal,
como auténticas discrepancias respecto a lo perseguido. Las funciones -no
tan claramente diferenciables, según se mire, de los objetivos-
marcarían las dimensiones o formas básicas de funcionamiento de los
métodos interventivos usados para alcanzar esos fines. Intentaremos ser
breves, a la vez que sistemáticos.
C. 1. Objetivos o metas comúnmente reconocidos de la IC incluyen:
˙ Salud mental positiva (Jahoda, l958; véase
también Sánchez, 1988) que pretende trascender los conceptos médicos de
base (enfermedad) a través de su complemento positivo, la salud.
˙ Calidad de vida cercana al concepto
anterior, pero enfatizando los componentes subjetivos y cualitativos,
dinámicos y cotidianos, frente a los meramente cuantitativos, objetivos y
estructurales, así como los aspectos ecológico-ambientales y su
percepción psicológica.
˙ Competencia, una idea en principio
individual y de procedencia netamente anglosajona que subraya el
crecimiento a través de la acción y dominio del entorno, frente a la
autorrealización y la afinación social.
˙ Otras dos ideas emergentes como objetivos serían la del sentido (o sentimiento) psicológico de comunidad o pertenencia e interdependencia social (Sarason) y la de dotación de poder o fortalecimiento (empowerment) propuesta
por Rappaport y centrada directamente en el poder, real y percibido, de
controlar la propia vida y la del entorno social que nos codetermina.
Este objetivo de fortalecimiento pretende ser una alternativa
diferenciada a las metas deficitarias (prevención) y centradas en la
salud, situando el quehacer comunitario en torno al eje formado por el
poder psicológico y político y sus relaciones (retomadas en D).
C. 2. Funciones o dimensiones básicas de la IC
serían, siguiendo nuestra propia propuesta (Sánchez, 1988, capítulo 8) y
desde el polo más clínico al más comunitario.
1. Prestación de servicios humanos directos
(distintos de los servicios económicos, con propósito lucrativo)
alternativos a los clínico- psicológicos tradicionales al hacerse: desde
una perspectiva de optimización de la mano de obra técnica y con
criterios poblacionales (no individuales), sociales (prioridad de
marginados y desfavorecidos) y comunitarios (cercanía a la comunidad,
trabajo desde abajo, intención potenciadora, etc.). Este es el polo más
cercano a la opción marginalista, no desarrollista, de trabajo
comunitario antes citado. Ejemplos: intervención de crisis o educación
de adultos y complementación escolar.
2. Desarrollo de recursos humanos (diferente, aunque con algunas comunidades, del área recursos humanos en el
campo industrial, que es, en general, un eufemismo de la gestión del
personal en organizaciones industriales). Se parte de la asunción de que
toda persona y colectivo humano tiene recursos y potencialidades
-desarrollables, por tanto- que pueden ser usadas para el propio
desarrollo o para resolver problemas sociales, así como de la postura de
no aceptar lo existente como definitivo, sino como punto de partida de
algo positivo que puede ser y aún no es.
Se trata básicamente de reconocer, descubrir y
potenciar esos recursos (por ejemplo: liderazgo, información relevante,
afecto o capacidad de ayuda), sea directamente (para conseguir objetivos
de desarrollo personal o comunitario como en la auto-ayuda) o
indirectamente, usando la capacidad de ayuda de algunos para resolver
los problemas de otros a través de estrategias escalonadas, como la
consulta o el apoyo a paraprofesionales. La escuela de padres para
mejorar sus propias capacidades socializadoras (desarrollo de recursos
directos) y el funcionamiento escolar, social y personal de sus hijos
(desarrollo de recursos indirectos) ilustra bien esta función.
3. Prevención. Función clásica de la IC usada, sobre
todo, en el campo de la salud en sus variantes primaria, secundaria y
terciaria (prevención propiamente dicha, tratamiento y
rehabilitación/resocialización) o genérica (global) y específica (ligada
directamente al fenómeno a prevenir). La educación para la salud mental
es un claro ejemplo; la intervención en crisis, otro.
4. Reconstrucción social y comunitaria: dimensión que
contrarresta la desintegración social y familiar ya citada como origen
de muchos problemas comunitarios. Las comunidades terapéuticas; los
centros y familias de acogida; los grupos de ayuda o, en un nivel más
global, la creación de redes de apoyo, ilustran esta función.
5. Cambio social y comunitario. La función más
genuinamente comunitaria y la más ambiciosa -en términos de objetivos y
cobertura poblacional- según muchos, pero la más infrecuentemente
practicada por razones obvias. Incluye, en esencia, la modificación de
los sistemas sociales existentes o la creación de otros nuevos en todas
sus variantes conceptuales y operativas: acción social desde abajo
(ejemplificada por la organización de la comunidad), desarrollo de comunidad, cambio institucional, creación de programas, desarrollo organizacional, etcétera.
D. Contenido y proceso de la intervención.
En cuanto a la intervención misma, la PC se
puede caracterizar como algo diferenciado, tanto por los métodos,
técnicas o estrategias usados (contenidos de la intervención: el qué) como
respecto al estilo o proceso a través del cual se hacen llegar esos
contenidos a los sistemas e individuos objeto de la intervención (el cómo). Para
algunos es ese estilo (que ocupa la mayor parte de este apartado) lo
más definitorio de la PC. Nosotros creemos que, sin restarle
importancia, la PC posee -y debe desarrollar en lo posible- unos
contenidos o métodos interventivos que le dan parte de su identidad
interventiva propia. Sin ellos quedaría como un enfoque complementario
de -y quizá englobable en- las disciplinas inteventivas ya establecidas.
D. 1. Contenido: métodos y estrategias.
Simplemente nombraremos varios de los métodos más conocidos y
característicos de la PC, según la terminología al uso no unificada (a
veces métodos similares tienen nombres distintos según la tradición que
los ha generado). Para una descripción de ellos referimos al lector a:
Caplan (1978), Costa y López (1986), Gíbbs y otros (1980), Heller y
Monahan (1977 y 1984), Martín, Chacón y Martínez (1983) o Sánchez
(1988).
Métodos y estrategias distintivamente comunitarias
serían: consulta (apoyo de profesionales y paraprofesionales);
intervención de crisis, uso de paraprofesionales y voluntarios; ayuda
mutua; organización del apoyo social; educación y promoción de la salud;
análisis institucional; creación y diseño de entornos; desarrollo
organizacional y diseño de programas; abogacía social; comunidades
terapéuticas (y otras); desarrollo de comunidad y rehabilitación urbana y
organización de la comunidad.
Dos notas:
1. Algunos de estos métodos contienen junto a los
psicosociales otros aspectos técnicos distintos. Por ejemplo, la
rehabilitación urbana tiene un fuerte contenido arquitectónico; pero
también otras vertientes psicosociales.
2. Otros métodos, como el desarrollo organizacional,
son compartidos con otras disciplinas adquiriendo su carácter
comunitario sólo cuando son usados en el marco de los objetivos y
filosofía interventiva (estilo) comunitarios, por ejemplo, el desarrollo
de organizaciones o programas de servicios sociales o salud mental.
D. 2. Proceso: el estilo 0 perspectiva interventiva.
Caracterizado, en buena parte, por el tipo de
relación establecida con el objeto de la intervención (la comunidad) y
las relaciones (y roles) definidos para las distintas partes
implicadas en el proceso interventivo, así como las estipulaciones
contractuales (quién hace qué, cómo y cuándo; quién da y quién recibe;
quién determina los objetivos, etc.) implícita o explícitamente
establecidos.
El estilo o proceso interventivo comunitario no
podría distinguirse del clínico-psicológico 14 puntos elaborados con las
aportaciones -entre otros- Bloom (1984); Goodstein y Sandler (1978) y
Rappaport (1977) que resumiremos a continuación. Las posiciones están a
veces sobresimplificadas o extremadas para subrayar la diferenciación
respecto del enfoque clínico-psicológico. El cuadro real no es blanco-negro y
contiene, naturalmente, matices y hasta comunalidades con el clínico.
Las letras Co entre paréntesis indican el enfoque comunitario, y las CI,
el clínico. El enfoque interventivo comunitario es, frente al clínico:
1. Positivo, de recursos, potencialidades y codirección, frente al negativo, patológico o defícitario (C1).
2. Integral, holista o comprensivo (Co),
cubriendo todos los aspectos relevantes de la problemática y desarrollo
humano (y de la comunidad o poblaciones normalizadas) frente al
enfoque unidimensional, fragmentado, o centrado en un solo aspecto
(salud, educación, etc.) (CI). Implicaciones serían: trabajo
interdisciplinar y coordinación e integración de servicios (punto 10).
3. Maximiza la participación, control y protagonismo de la comunidad, en tanto que en el CI el protagonismo es del científico técnico que diagnostica y prescribe soluciones (modelo médico), limitándose la otra parte a seguirlos pasivamente (paciente) sin contemplarse la dimensión participativa. Esto implica:
4. Relaciones más ígualitarias, simétricas o coordinadas entre ayudador y ayudado (Co) que
la jerárquica, prescriptiva, vertical y subordinada del modelo
médico-clínico (doctor paciente). Este marco relacional diferenciado:
a) Es fundamental para el desarrollo humano en
función (entre otras cosas) de la atribuciones sociales realizadas:
internas en la relación igualitaria, frente a las atribución externas en
las prescriptivas (el sentido de potencia o poder psicológico aumenta
en el ayudado, en primer caso, y en el ayudador en el segundo).
b) Implica una redistribución de poder y,
c) Una redefinición del rol profesional
resaltando más la autoridad técnica (o la solidaridad igualitaria) del
interventor que la autoridad jerárquica adscrita exteriormente.
5. Promociona la integración social y sentido
de comunidad de individuos y colectivos (Co) frente al servicio
individualizado, social e institucionalmente segregado (CI) que no
considera la dimensión socio-integradora (segundo sentido de la normalización social).
6. Es proactivo y preventivo, actuando antes de y hacia delante desde la causa u origen (Co); no retroactivo, reparador, actuando después de y hacia atrás desde la consecuencia o resultado (modelo terapéutico-clínico)
7. Activo, de búsqueda de la demanda y el
problema (algo así como un marketing social) acercándose al contexto en
que se produce (Co); no pasivo, de espera (CI) y, en consecuencia.
8. De acercamiento a la comunidad o contexto
social concreto (trabajo en la comunidad) y no en instituciones o
centros socialmente segregados y distantes de la comunidad como el
hospital (otra forma de indicar el servicio primario o primero -desde el
problema o demanda).
9. Estilo flexible -en función de las demandas-, utilizando estrategias escalonadas, indirectas o de intermediación
con la comunidad (paraprofesionales y voluntarios, intervención de
crisis, etc.) que permitan usar los recursos locales (y potenciarlos),
extender la ayuda semicualificada dónde y cuándo sea precisa, así como
optimizar el uso de los recursos técnicos cualificados. En el enfoque CI
la atención es directa, no intermediada y centrada en el servicio
específico.
10. Multidisciplinar, funcionalmente integrado a partir de objetivos comunes de intervención (interdisciplinar) y no unidisciplinar (C1).
El conjunto del proceso interventivo comunitario implica además una serie de modificaciones sustanciales respecto del clínico:
11. Evaluación o análisis globalizados de las
demandas o problemas de la comunidad (o contexto social en que se dan) y
los recursos para su solución (Co) frente a la evaluación -diagnostica y
terapéutica- individualizada (CI.
12. Planificación, diseño y organización
global (territorializada o ceñida al contexto organizativo o social
específico) de la intervención y los servicios derivados (CI);
inexistente en CI.
13. Una perspectiva temporal de largo plazo,
tanto en cuanto a la realización y obtención de resultados del programa
como en cuanto a la visión estratégica precisa para introducir y llevar a
cabo un programa en un contexto social con unas dinámicas y estructura
de poder dadas. Algo inexistente en la CI (básicamente; en la
intervención terapéutica puede haber una cierta perspectiva temporal y
estratégica).
14. Si la intervención fructifica, se da una transferencia de poder, capacidad
y conocimientos desde el interventor (que inicia y cataliza la acción
desde una posición de autoridad al principio) hacia el grupo social o
comunidad. Esta transferencia resulta en una autonomización
competencias, autogestiva y autodirectiva de la comunidad y la prescindibilidad
del inventor. Este proceso puede observarse en las experiencias
exitosas de desarrollo de comunidad, organización comunitaria o ayuda
mutua, y es esencialmente dispar de los procesos clínicos.
Cada uno de estos puntos es susceptible de desarrollo
e ilustración. Reflejan simplemente un inventario sistemático e inicial
desarrollable en otro contexto.
Finalmente -y de modo igualmente simplificado y cuasitelegráfico- citamos algunas asunciones valorativas básicas al estilo interventivo comunitario que podrían destacarse en relación a la definición y cometidos ya sugeridos.
1. El poder psicológico (sentido o locus de control
en otras terminologías) es fundamental para el desarrollo de las
personas (y su carencia para la frustración de ese desarrollo y la
generación de problemas).
2. La distribución de recursos sociales y poder político son también esenciales para este desarrollo, al ser:
a) La base de la comunidad social (sin compartir el poder en un sistema social difícilmente podremos sentirnos parte activa y útil de él).
b) Prerrequisito imprescindible del poder psicológico: sin
participar en las decisiones que afectan a nuestras vidas,
difícilmente, no del todo imposible, podremos sentirnos potentes y
capaces como seres humanos.
3. El derecho a la diferencia individual o grupal sin sanción social negativa o estigmatizadora, siempre que no se dañe a los demás.
4. El compromiso social, o toma de posición,
del psicólogo en la intervención en favor de los marginados o
desposeídos, frente a la neutralidad y distanciamiento ético
tradicionales.
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