Gracias Por Tu Visita.
Atentamente: Psic. Belial
Dx: Lingüistería Vesänya Lycantropica

IMPORTANTE !!!

LEE ANTES DE CONTINUAR!!!

PRIMERO QUE NADA, POR ERRORES DE LA PAGINA, ALGUNAS ENTRADAS NO SON VISIBLES, EN LAS ETIQUETAS, AUNQUE, TRABAJO EN ELLO.

LA TEMÁTICA DEL BLOG PRETENDE DAR PLURALIDAD A MUCHOS ASPECTOS PERO PRINCIPALMENTE A LA PSICOLOGÍA Y ÁREAS AFINES.

CON LA FINALIDAD DE CONTRIBUIR AL DESARROLLO PROFESIONAL Y PERSONAL; LOS CONTENIDOS PROMUEVEN A QUE SE ADQUIERAN LAS OBRAS ORIGINALES.

Y LOS MAS IMPORTANTE, DISFRUTA DE LOS CONTENIDOS.

Traducir a tu idioma / To translate into your language/ Traduire ta langue/ あなたの言語に翻訳/ Переводить в твой язык/ Traduzir em sua língua/ 转换为你的语言/Übersetzen Sie in Ihre Sprache/ Vertalen in uw taal/ ترجمة إلى اللغة الخاصة بك

Traducir a tu idioma / To translate into your language

English plantillas curriculums vitae French cartas de amistad German temas para windows Spain cartas de presentación Italian Dutch Russian Portuguese Japanese Korean Arabic Chinese Simplified

domingo, 19 de mayo de 2013

ISAAC ASIMOV

VIDA


Sin lugar a dudas uno de los principales autores de ciencia ficción, Isaac Asimov, nació en Petrovichi (cuatrocientos kilómetros al suroeste de Moscú) en la provincia de Smolensko en una fecha que él mismo y su familia hacían coincidir de manera aproximada (los registros civiles soviéticos de la época funcionaban muy deficientemente) con el 2 de enero de 1920.

Fue primogénito del matrimonio judío formado por Judah. y Anna Rachel y, evidentemente, su primera lengua fue el yiddish. La segunda fue el inglés por cuanto la familia emigró a Estados Unidos en 1923 (cuando lsaac sólo tenía tres años) y terminó por establecerse en Nueva York donde Judah compró una tienda de dulces y golosinas en el barrio de Brooklyn. A los ocho años su hijo obtuvo por fin la nacionalidad estadounidense y también por esas fechas (el mismo Asimov lo detalla en la publicación de agosto de 1929 de Amazoning Stories y un poco más adelante con las de Science Wonder Stories) entró en contacto con la ciencia ficción a través de las revistas de¡ género que su padre vendía en su establecimiento, un establecimiento que lsaac debía atender a menudo.

A pesar de la prohibición paterna de leer las susodichas revistas, desde los once años escribe narraciones de ciencia ficción; pero su primera publicación se hará esperar hasta 1939 cuando «Abandonados cerca de Vesta» aparezca en Amazing Stories. A partir de ese momento se convierte en uno de los autores favoritos de John W. Campbell, editor de Astounding Science Fiction, publicación donde aparecieron gran número de relatos breves de los que, como en el caso de Yo, robot, se hicieron compilaciones posteriores.

En 1941 se licencia en Química por la Universidad de Columbia y en 1949 obtiene el doctorado; desde ese momento y hasta 1958, año en que empieza a dedicarse exclusivamente a la escritura, combina las labores de redacción con su trabajo como profesor de Bioquímica en la Escuela de Medicina de la Universidad de Boston.

Pese al paso de los años y hasta donde su salud (había padecido un infarto en 1977 y varias operaciones posteriormente) se lo permiten, mantiene, prácticamente hasta su muerte acaecida el 6 de abril de 1992, un intenso ritmo de trabajo, simultaneando la redacción de obras de ciencia ficción con un número ingente de colaboraciones en revistas (científicas, literarias y de divulgación de múltiples materias), la elaboración de prólogos (en número todavía mayor si cabe), de obras de calidad heterogénea y la redacción de obras de divulgación (de temas matemáticos, físicos, químicos y astronómicos; pero también botánicos, históricos o literarios).

ESTILO


Sea por «deformación» profesional de su labor como docente (cuando elaboraba manuales para sus alumnos), por influencia de su segunda esposa (la psiquiatra Janet Jeppson) o por su propio carácter, lo cierto es que toda la obra asímoviana, con independencia de sus características concretas, está presidida por la voluntad de llegar al gran público, un público muy heterogéneo en edad, intereses o formación. Para ello recurre a un vocabulario casi coloquial: «¡Cielos! -exclamó del Cerebro con voz ronca y seca" (Yo, robot, pág. 220), y a una trama muy asequible por lo lineal de su desarrollo y lo unívoco de su tema. Las descripciones (sean de personajes, lugares o ambientes) y la situación temporal son brevísimas y esporádicas. El resultado es un estilo sencillo que responde perfectamente a la intención de su autor de divulgar (sea la ciencia o la literatura de ciencia ficción) aunque se le acuse por ello de excesiva simplicidad; de hacerse entender y, en el caso de la literatura, de divertir, de entretener y entretenerse en la creación mental de mundos posibles.

El de Asimov es, pues, un estilo totalmente coherente con su carácter benévolo (se le conocía con el sobrenombre de «el buen Doctor»), siempre optimisma con respecto al futuro y confiado en lo que al sistema de vida norteamericano se refería (lo que no le impidió mostrar su rechazo al proyecto de «la guerra de las galaxias».


OBRA


lsaac Asimov es, como ya hemos señalado, un autor prolífico, circunstancia que algunos críticos consideran relacionada con su supuesta agorafobia o, al menos, con su reconocido miedo a volar, miedo que le «obligaba» a quedarse en casa y escribir, y miedo que curiosamente ha heredado alguno de sus personajes más famosos como Susan Calvin: «Susan Calvin nunca había abandonado la superficie de la Tierra ni tenía especiales deseos de hacerlo. En una zona de energía atómica y de clara aproximación a la Zona Hiperatómica, seguía siendo muy provinciana» (pág. 170). Por otra parte, la diversidad de su obra responde a su interés enciclopédico y a su concepción del ser humano, y sobre todo del conocimiento humano, como un todo en el que no tiene sentido establecer divisiones o prioridades.

Sin pretensión alguna de exhaustividad por lo hasta aquí reseñado, conviene hacer mención de dos grandes grupos de obras en la producción asimoviana: las novelas y relatos sobre robots y el llamado ciclo de la Fundación o de Trantor. Entre las primeras destacan, además de Yo, robot que analizaremos más adelante, Bóvedas de acero (The caves of stell, 1953), que inicia la serie, y a la que siguen El sol desnudo (The naked sun, 1957), Los robots del amanecer (The robots of Dawn, 1983) y Robots e Imperio (Robots and empire, 1985).

El segundo grupo de obras incluye la trilogía de las fundaciones: Fundación (Foundation, 1951), Fundación e imperio (Foundation and empire, 1952) y Segunda fundación (Second Foundation, 1953). En estas obras, que se inspiran y proyectan en el futuro galáctico de la obra Declinación y caída del Imperio Romano de Gibbon, se introduce el concepto de PSICOHISTORIA (aunque, como el propio Asimov reconoció más tarde hubiera sido preferible llamarla SOCIOHISTORIA), ciencia que estudia los hechos históricos de acuerdo a postulados matemáticos y que aspira a predecir, dados unos estímulos, el comportamiento de la humanidad en el futuro. En la década de los ochenta la trilogía se transformó; o en haxalogía con Los límites de la Fundación (Foundation's Edge, 1982), Fundación y Tierra (Foundation and Earth, 1983) y Preludio a la Fundación (Prelude to Foundation, 1988), obras de interés menor pero alguna de las cuales sirve (como la ya mencionada Robots e Imperio) para unir los dos ciclos: el de los robots y el de la psicohistoria.

Por último, sólo mencionaremos Elfin de la eternidad (The end of Eternity, 1955) y, sobre todo, Los propios dioses (The Gods Themselves, 1972), una especulación que a menudo ronda lo poético sobre el tema de los universos paralelos y considerada por la mayor parte de la crítica como su mejor novela y una de sus mejores obras.
 

YO,ROBOT


Yo, robot (I, robot, 1950), una de las obras más conocidas de la ciencia ficción, es un «fix-up» según la terminología de los adeptos al género. Esto significa que es un libro que resulta de compilar diferentes relatos cuyos contenidos se organizan minimamente insertando párrafos de unión. En este caso, el esquema argumental es el de la entrevista de un joven reportero a la robopsicóloga Susan Calvin que obliga a recordar a ésta algunos sucesos destacados de su vida (es decir, las novelas cortas originariamente publicadas por separado en revistas especializadas). Este añadido meramente estructural es además fácilmente reconocible, incluso a simple vista, por la letra cursiva con que aparece impreso en la presente edición.

Así pues, los «recuerdos» de Susan Calvin, una de las pocas protagonistas femeninas de las obras de Asimov (si puede considerarse así por su participación en alguno de los relatos y por su actuación como nexo de unión entre todos ellos), ilustran el proceso de la humanidad desde un mundo en que los robots tenían un papel meramente auxiliar, hasta una coyuntura en que las Máquinas (así, con mayúscula) dirigen y controlan a escala mundial y por completo: «-y eso es todo -dijo la doctora Calvin, poniéndose de pieLo he vivido desde el principio, cuando los robots no podían hablar, hasta el final, cuando se interpusieron entre la Humanidad y la destrucción» (págs. 322-323). Este esquema absolutamente lineal se repite en cada uno de los nueve relatos que componen la obra y esta sencillez estructural (como la del argumento o la del vocabulario) es uno de los rasgos más destacados de la producción de Asimov, resultado, posiblemente, de trasladar a sus obras literarias el esquema de las de divulgación: se describe el problema (a menudo por boca de uno de los protagonistas); se busca una posible solución en un proceso que tiene mucho de interrelación entre los distintos personajes (sean éstos humanos o robots) y que se expresa en un diálogo casi ininterrumpido que agiliza la lectura; y, tras un final climático (por sorprendente o simplemente por feliz) se aclara la solución alcanzada casi siempre como resultado de aplicar un razonamiento lógico-deductivo o por un golpe de suerte. Y todo ello sin que a lo largo del proceso falten incisos humorísticos, guiños del autor que acercan la obra a la cotidianidad del lector: «-Ese robot nos va a dar trabajo. ¡Está como una cabra!» (pág. 87).

En cuanto al contenido general de los relatos, todos ellos giran en tomo a hipotéticos conflictos que podrían resultar de las deficiencias o de los problemas de aplicación práctica de las leyes de la robótica o normas que rigen el comportamiento respecto a los humanos de cualquier mecanismo cibernético.


LA ROBÓTICA


Yo, robot es el primero de los libros de Asimov en que aparece el concepto de robótica, concepto por el cual nuestro autor reclamaba para sí la invención de una nueva rama de la ciencia. Ésta estudiaría la construcción de ingenios electrónicos y/o cibernéticos susceptibles de ejecutar de manera automática operaciones o movimientos muy variados; y precisaría de amplios conocimientos cibeméticos, matemáticos y físicos pero también psicológicos (y de ahí la ROBOPSICOLOGIA) que permitan conocer el funcionamiento «mental» de los robots, «seres» (esta palabra parece la más adecuada dada la visión entrañable que de ellos nos transmite Asimov) con grandes potencialidades, a menudo o casi siempre muy superiores a las de los seres humanos, pero que «deben» permanecer sometidos a éstos, trabajar a su servicio.

Pese a escribir estos relatos en la década de los cuarenta cuando los robots estaban escasamente presentes en la vida cotidiana, Asimov intuía esta realidad como lo demuestra el hecho de que situara en el año 2002 (su otra gran aportación a la ciencia ficción, la psicohistoria de Hari Seldon en el ciclo de la Fundación, se sitúa alrededor del año 47000 de nuestra era) la «obtención» del primer ejemplar robótico dotado de voz y pensamiento gracias al cerebro positrónico, un «globo esponjoso de platino-iridio del tamafío aproximado de un cerebro humano» (pág. 10) y «el mecanismo más complicado jamás creado por el hombre... en cuya inestable y delicada estructura se habían insertado senderos neutrónicos calculados, que dotaban a cada robot de lo que equivalía a una educación prenatal» (pág. 96).


LAS LEYES DE LA ROBÓTICA


Las cuatro leyes de la robótica (las tres formuladas en la página 7 más una cuarta ley que se deriva de la lectura del capítulo «El conflicto evitable»; «Ninguna Máquina puede dañar a la Humanidad: o, por inacción, dejar que la Humanidad sufra daño», pág. 319, y que se convertirá en la ley cero de la robótica) constituyen un fuerte código ético que rige la actuación de cualquier robot; pero también, en caso de que sustituyamos en ellas la palabra «robot» por la expresión «ser humano», susceptibles de dirigir el comportamiento de todo hombre que aspire a vivir, o mejor a convivir, en paz.

Si las leyes fallan, o más exactamente, si los resultados de su cumplimiento por los robots no resultan satisfactorios para los humanos, es siempre debido a errores de éstos bien en la fabricación (como ocurre en el relato titulado «¡Embustero!»), bien en la formulación de órdenes (en «Pequeño robot perdido»). Sólo en el caso de «Razón», la tercera historia en la que el robot QT- 1 (Cutie) desarrolla una explicación mesíánica de su función y justifica su existencia como si de un nuevo Descartes se tratara: «-He pasado estos dos últimos días en centrada introspección -dijo Cutie-, y los resultados han sido muy interesantes. Empecé por un aserto seguro que consideré podía permitirme hacer. Yo, por mi parte, existo, porque pienso...» (págs. 83-84), parece el error ser ajeno a la actuación humana. Pero sólo lo parece porque gran parte de la equivocación de los protagonistas (y del género humano por extensión) radica en considerarse superiores a todo lo que vive o ha sido creado, únicos e írrepetibles «centros del universo», visión que Asimov se encarga de relativizar con buenas dosis de humor desmitificador (pág. 103). «-No podemos consentir que siga con el sonsonete ese del Señor. -¿Por qué no? -Porque ¿quién ha oído jamás decir estas tonterías? ¿Cómo vamos a dejar que siga manteniendo la estación sino cree en la existencia de la Tierra? -¿Pero puede dirigirla estación? -Sí,pero... -Entonces,¿ qué más da quecreauna cosau otra?»


LOS ROBOTS


Así pues, aunque en distintos momentos de la obra se atisbe la posibilidad de que la máquina perjudique y/o domine al hombre, gracias a las leyes de la robótica los robots asimovianos jamás son enemigos del ser humano sino sus aliados más eficaces para que continúe progresando. En palabras de Susan Calvin: «-Entonces, no puede recordar los tiempos en que no había robots. La humanidad tenía que enfrentarse con el universo sola, sin amigos. Ahora tiene seres que la ayudan; seres más fuertes que ella, más útiles, más fieles, y de una devoción absoluta. ¿Ha pensado usted en ello bajo este aspecto?» (pág. 12).

En consecuencia, Asimov encara el futuro con gran optimismo; un futuro donde no habría hambre ni derroche, ni exceso de población o guerras.. y todo ello como consecuencia de un dominio absoluto por parte de la Máquina de los mecanismos económicos (y por extensión de todos los mecanismo) que condicionan la vida humana: «... significa que la Máquina está conduciendo nuestro futuro no única y simplemente como una respuesta directa a nuestras preguntas directas, sino como respuesta general a la situación del mundo y a la psicología humana como un todo» (pág. 321).

En resumen, los robots asimovianos son los colaboradores por excelencia del género humano y hacen buena la acepción originaria de «prestación personal» del término checo ROBOTA del que proviene el inglés robot. Más aún, desde el momento en que el cerebro positrónico es capaz de «formular juicio sobre problemas éticos, que es la más alta función robótica hasta ahora desarrollarla» (pág. 282), los robots se convierten en verdaderos compañeros de viaje de la humanidad como lo demuestra la ya mencionada Ley Cero de la robótica que las propias máquinas descubren a pesar de los condicionamientos de su naturaleza cibernética: «-¡Nada está mal! Piensa en las máquinas un momento, Stephen. Son robots y cumplen la Primera Ley. Pero las máquinas trabajan, no para un solo individuo, sino para toda la Humanidad, de manera que la Primera Ley se convierte en: "Ninguna Máquina puede dañar la humanidad; o, por inacción, dejar que la Humanidad sufra daño"» (pág. 319).

En otro orden de cosas, el aspecto físico de «sus» robots es un problema secundario para Asimov, al menos en esta obra. La descripción es en este sentido casi inexistente: sólo esporádicas referencias a una estructura androide o no, al tamaño de los componentes del robot y alguna que otra indicación que deja siempre abierto el camino a la imaginación permiten, eso sí, con gran claridad una evolución desde formas muy pesadas donde la parte mecánica impone sus crudas limitaciones («... oyó un crujido detrás de ella, seguido del claro "clump-clump" de los pies metálicos de Robbie», pág. 15), pasando por androides muy elaborados, para terminar con la descripción de un ingenio cibernético que es sólo cerebro, casi un inmenso cerebro. Esta evolución es resultado de la necesidad de adecuar el robot a la función que le está encomendada: «Ya sabes que está perfectamente adaptado a un ambiente mercuriano... Es a prueba de averías... o por lo menos, debería serlo» (pág. 58).

Pero, por encima de todas estas peculiaridades, existen rasgos comunes, lo que podríamos considerar características psicológicas de los robots que se deducen no sólo de la premisa de que se rijan de acuerdo con las cuatro leyes de la robótica ya comentadas, sino también del hecho de que en las situaciones concretas en que nos son presentados su comportamiento guarda grandes y sorprendentes paralelismos con el de un ser humano que se hallara en circunstancias parecidas. Así:

            Robbie (en «Robbie») ejemplifica la labor y la actitud matemal y también la capacidad de sacrificarse hasta el extremo por un «sentimiento» que podríamos considerar «amor» (resulta difícil utilizar un vocabulario que no remita automáticamente al mundo de los sentimientos humanos, aunque seguramente es este un efecto voluntario del autor.

            SPD- 13, Sppedy («Sentido giratorio»), simboliza al hombre que se debate en un dilema insoluble o en cualquiera de las disyuntivas que nos propone la vida cotidiana y desarrolla una actitud escapista de diverso signo.

            QT-1, Cutie («Razón»), desarrolla el mesianismo de los que se creen depositarios de una verdad superior.

            DV-5, Dve («Atrapa esa liebre»), aporta actitudes escapistas y sufre enajenaciones transitorias provocadas por el «miedo» que genera una situación de peligro.

            R13-34, Herbie (« ¡Embustero! »), hiere precisamente por querer hacerlo, por incurrir en lo que damos en llamar «piedad peligrosa» cuando pone su capacidad telepática al servicio de los que le rodean en un intento de contentarlos y su incapacidad de hacer feliz a ninguno lo destruye, lo sume en la locura.

            NS-2, Néstor- 10 («Pequeño robot perdido»), se enfrenta a los humanos, los rota, porque considera injusto estarles sometido ya que los cree inferiores. Ejemplifica, pues, el orgullo extremo.

            Cerebro («Evasión») utiliza el humor como mecanismo de defensa, de evasión, siquiera parcial, de una realidad que toca alguno de sus puntos sensibles (en este caso, el tema «muerte»).

Stephen Byerley, el ¿hombre, robot? protagonista de «La evidencia», entrega su vida a la causa de ]ajusticia, de la honradez, a sus conciudadanos aunque quizá lo haga engañándoles en parte.

Las máquinas («El conflicto evitable») defienden a la humanidad del peligro potencial de alguna de sus individualidades para lo que adoptan una actitud entre paternalmente protectora y dictatorial.

En resumen, los robots asimovianos tienen más puntos en común con el género humano de lo que pudiéramos imaginar a priori tanto física («Dave los miró, después, lentamente, se sentó. Apoyó la cabeza en una de sus manos, adoptando una postura completamente humana», pág. 118), como psíquicamente: «... a pesar de todas las complicaciones introducidas en el cerebro positrónico de un robot, está construido por los humanos, y por lo tanto conformado de acuerdo con sus valores» (pág. 216).

Quizá porque lo intuyen así, los seres humanos que trabajan con robots cambian sus frías denominaciones de siglas por nombres más personales, más «humanos». Quizá por esto también las reflexiones de los robots y las que estas reflexiones y sus actitudes nos provocan confieren a Yo, robot ese tono ético tan característico.


LOS HUMANOS. LOS CIENTÍFICOS


Una de las constataciones más obvias que puede extraerse de la lectura de Yo, robot es que la inmensa mayoría de sus protagonistas humanos son científicos, pero científicos que no responden en absoluto al arquetipo que de esta profesión tiene el gran público. Y ello quizá porque el mismo Asimov, siempre preocupado por la multiplicidad de ramas del saber y por la interrelación entre todas ellas, distaba de ser un «científico» al uso. En este sentido conviene señalar en primer lugar que los robots positrónicos o la psicohistoria son hallazgos puntuales de la ciencia ficción pero carentes de la más mínima base científica del mismo modo que el concepto de hiperespacio, al que Asimov alude como tantos otros autores (véase «Evasión»), es una contradicción científica. Y, en segundo lugar, que esta mezcla de intereses es compartida por Susan Calvin y por la robopsicología, la ciencia que ésta practica.

Calvin es una mujer cuyo comportamiento parece responder al estereotipo del científico frío, calmado y seguro de sí mismo. En este sentido es un personaje plano, pero que también ha sufrido desengaños («No necesitaba expresión alguna en su rostro para parecer triste», pág. 12), y que en el quinto relato, «¡Embustero!», nos es presentada bajo una perspectiva más humana y verosímil, menos tópica. Por otra parte, es el más claro exponente de acercamiento comprensivo y aun amistoso a los robots («Sabe tanto de robots como si fuesen sus hermanos, pág. 192), de análisis de las fuerzas y debilidades de éstos, de su voluntad de saber más... En consecuencia, es relativamente frecuente que a través de sus opiniones conozcamos las ideas del propio autor, por ejemplo la de que el prejuicio contra los robots es «completamente irrazonable» (pág. 285).

En cualquier caso, tanto ella como Gregory Powell y Michael Donovan constituyen un soplo de aire fresco, de vida «real» en el universo literario de sabios despistados, airadas eminencias o científicos locos, de personajes en suma cerrados al mundo exterior. En contraposición a éstos, los científicos de Yo, robot dudan a menudo, relativizan sus conocimientos y su vocación: «Soy fiel a mis principios. Después de todo, he intervenido en el desarrollo de los nuevos robots. Hay que contribuir al avance científico. Pero no me entiendas mal. No es el principio el que me hace seguir adelante: es el dinero que nos pagan» (pág. 116).

También se ríen de sí mismos o se impacientan y se dejan llevar por la intuición e, incluso, obtienen algunos de sus mayores éxitos gracias, exclusivamente, al sentido común: «-Pero ¿cómo has descubierto todo esto? -Mera suposición lógica. Lo he probado y ha salido bien» (pág. 136).

En realidad, los científicos al estilo de Powell y Donovan son los nuevos aventureros, osados exploradores espaciales que con su inteligencia, pero también con su ingenio, hacen posible el progreso de la humanidad; son hombres «de ciencia» que la desarrollan y aplican continuamente pero que, como sucede en la realidad, distan de conocerla por completo ni de controlar sus posibilidades. Son, por último, personajes entrañables con los que el lector llega a confraternizar a pesar de los escasos datos que de ellos conoce, apenas alguna referencia esporádica e indirecta a sus costumbres, atuendos y carácter. Son personajes cotidianos (en el sentido de posibles en nuestro mundo, en nuestro entorno) que no constituyen por sí solos elemento definitorio del género de la ciencia ficción pero que sí coadyuvan a la amenidad de Yo, robot, a su verosimilitud y al tono ético ya comentado.


LAS NUEVE HISTORIAS


Los nueve relatos que componen esta obra se encadenan gracias al recurso argumental y estructural de presentarlos como recuerdos de Susan Calvin.

Robbie. En este sentido, «Robbie», es un recuerdo de infancia (Susan tenía sólo diez años) bastante anterior a los restantes (de la mayoría de los cuales sólo sabemos que transcurren al menos quince o veinte años después) y presenta algunas peculiaridades como consecuencia de ello

Relata cómo los prejuicios de la madre de Gloria y la debilidad de su padre separan a ésta de Robbie, su robot-niñera; y cómo, cuando se encuentran meses después más o menos accidentalmente, Robbie le salva la vida.

Es un relato en el que se introduce el concepto de especificidad de los robots (en este momento aún ligado a un cierto primitivismo y a bastantes limitaciones funcionales como, por ejemplo, la ausencia de vocalización.) y se presenta una situación de cierta indefensión del robot frente a los seres humanos (situación que se compensará e incluso se invertirá en relatos posteriores). Asimismo ya se anuncia la existencia de una corriente de opinión contraria al empleo cotidiano de robots en la vida civil.

Sentido giratorio. En «Sentido giratorio» se explican los problemas derivados del equilibrio de las leyes de la robótica como resultado de una formulación incorrecta de una orden que hace entrar al robot Speedy en una especie de bucle que le impide realizar su cometido y del que sólo saldrá cuando el cumplimiento imperioso de la Ley Primera (no dañar a un ser humano o por inacción dejar que sufra daño) se revele necesario.

En esta narración se nos presenta una nueva concepción del científico encarnado en dos personajes de características muy diferentes pero complementarias: impulsivo, extrovertido Donovan; más reflexivo, lógico y contundente Powell. También aquí aparece, por primera vez en esta obra, la imagen del robot capaz de realizar con la mayor facilidad operaciones difíciles o imposibles para el hombre.

Razón. Este tercer relato es uno de los más curiosos e irónicos del conjunto. En él se relativiza el poder de la razón (sea humana o robótica) como fuente única del conocimiento a partir de la actitud del robot Cutie que se erige en «profeta» de un «Señor» y que filosofa sobre el sentido de su existencia y su función sin que toda esta parafernalia de ideas le impida realizar su trabajo (por lo demás, básicamente mecánico) a la mayor perfección.

Atrapa esa liebre. Se avanza en la perfección del robot y en la necesidad de una mentalidad racional y lógica para solucionar el problema, en este caso, de un robot minero que tiene seis robots subsidiarios y sufre por ello una sobrecarga que le impide tomar decisiones o ejecutar las órdenes ante situaciones de peligro. ¿La solución? Eliminar uno de los subsidiarios, naturalmente.

¡Embustero! En esta historia se nos presenta la realidad de un robot en cuyo montaje se produjo un error que ha generado en él una sorprendente capacidad telepática por la que es capaz de «leer» el pensamiento de todos aquellos que le rodean. La Ley Primera fuerza a Herbie, que así se llama el robot, a no herir a ninguno de ellos lo que, en su caso, equivale a decir a cada uno exactamente aquello que desea oír; pero no puede evitar perjudicarlos y ganarse el resentimiento de todos aquellos seres humanos a los que pretendía ayudar y muy especialmente el de Susan Calvin a la que había hecho concebir esperanzas en sus expectativas amorosas y que, ante el fracaso de éstas, se siente dolorosamente engañada y se venga colocando a Herbie ante un dilema insoluble que le aboca a la locura.

Pequeño robot perdido. Narra la historia de Néstor-10, un robot que por orden gubernamental no tiene impresa la Ley Primera en toda su formulación. Cuando esta circunstancia se combina con su extremado «orgullo» (que le hace sentirse superior a todos los seres humanos), su resentimiento al considerar que recibe un trato vejatorio por parte de los hombres y, como detonante concreto, una orden mal formulada, Néstor inicia un juego de escapadas símbolo de su lucha contra el género humano que acaba destruyéndolo por el peligro potencial que implica. Pese a este final, pocos relatos de Yo, robot ilustran con claridad tan meridiana que el malfuncionamiento de los robots obedece casi siempre a errores humanos.

Evasión. En el intento de construir una nave interestelar, la Consolidated Robots destruye su máquina pensante y propone a nuestros protagonistas de la U. S. Robots & Mechanical Men Corporation que intenten resolver el problema con su Cerebro. La doctora Calvin plantea el problema a la Máquina pero, como temen ser objeto de una encerrona de sus rivales, resta importancia al hecho de que en la solución pueda plantearse la muerte de seres humanos.

En respuesta Cerebro construye una nave sin motores ni mecanismos de control visibles. Cuando Powell y Donovan se hallan en su interior, la nave se pone en marcha sin que desde tierra se pueda hacer nada por impedirlo ni siquiera establecer la más mínima comunicación. Durante el viaje se producen dos saltos interestelares (uno en el viaje de ¡da y otro en el de vuelta) durante los cuales los «pasajeros» «mueren» pero sólo momentáneamente. Este es el motivo por el que la Máquina de la Consolidated había quedado destruida, el mismo motivo de la alteración parcial del Cerebro de la U.S. Robots que llevó a éste a adoptar una actitud humorística ante la situación (nave sin controles a la vista, un único tipo de comida en la nave ... ).

La evidencia. Durante la campaña de Stephen Byerley por la Alcaldía, es acusado de ser un robot por Francis Quinn, su rival en la confrontación política. Se le exige que demuestre la falsedad de la acusación comiendo en público (ya que nunca se le ha visto hacerlo), a lo que Byerley se niega. Su casa es objeto de un registro minucioso e incluso él es sometido a un análisis de rayos X sin su consentimiento; pero con esto sólo se averigua que usa coraza protectora contra la radiopenetración. El debate político se encrespa y en medio de todo ello Byerley accede a realizar una conferencia durante la cual un hombre lo hostiga para que le pegue. El candidato se ve finalmente obligado a hacerlo y este simple acto acaba con todos los rumores. Sin embargo, una vez instalado Byerley en la Alcaldía, recibe la visita de Susan Calvin la cual le da a entender que ha reconstruido la historia: un hombre joven, paralítico y solo tras un accidente de circulación, construye un robot al que otorga su propia personalidad; un robot bueno, honesto e inteligente que podría pegar sin dificultad a un «ser humano» siempre y cuando éste fuera otro robot.

El conflicto evitable. Ya como Organizador Mundial, Stephen Byerley pone en conocimiento de Susan Calvin su preocupación por pequeñas disfunciones que ha observado en las Máquinas. Ve en ello el primer indicio de que el equilibrio de que disfruta la Tierra puede acabar en un nuevo caos. Pero la robopsicóloga le hace comprender que ese aparente error de funcionamiento es una maniobra de las máquinas para desplazar de cargos clave a seres humanos adeptos al grupo fundamentalista que aboga por la supresión de los ingenios cibernéticos, supresión que las mismas máquinas deben evitar en cumplimiento de la Ley Cero de la robótica, ya que son garantes de la estabilidad mundial con lo que ello implica de prosperidad y progreso para el género humano.

En esta historia se introduce una concepción de la sociedad como una colectividad de individuos cuyo valor es, en ocasiones extremas, superior al de sus miembros considerados individualmente. Como ya hemos dicho, las propias Máquinas llegan así a formular la Ley Cero de la robótica.

A nivel de estilo, apuntemos simplemente el cambio significativo que se produce en esta historia (tono más impersonal, inexistencia casi total de diálogo, abundancia de datos aparentemente objetivos...) que sirve a la recreación de un mundo controlado por completo por las Máquinas y por ello en paz.

Referencia. http://sapiens.ya.com/bizienbiblio/recursos/yo.htm

No hay comentarios: