los senderos sinuosos de mi cuerpo
se detuvieron de improviso
humedeciendo las yemas
en mis cuencos,
y en un rito de pasiones desatadas
sin detenerte siquiera un momento,
tu lengua deslizaba mis caminos
ofreciéndoles un instante perfecto.
Locura desenfrenada de placeres
entre gritos entrecortados
y jadeos,
habían detenido el reloj de la vida
esperando el éxtasis final
al mismo tiempo
con la lujuria encadenada
a nuestra cama
hasta el último instante del último
momento.
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