sobre púas de horizontes
sobre llanos, sobre montes
mientras sus rayos lamía,
en su dulce sinfonía
de la sangre derramada
por el sol que a su amada
como tributo ofrecía,
y en la noche que nacía
se iba durmiendo morada.
A lo lejos un lamento
entre las briznas del campo
surgió improviso cual canto
entre el ulular del viento
que se detuvo al momento,
y era la voz de la vida:
-¡Bendita, no estás dormida!
estás cantando a la luna
que sumergida en laguna
con su candor te convida-.
Entre sábanas de cielo
sol y luna se abrazaron
amantes que se besaron
indiferentes del suelo,
quien lloró su desconsuelo
por no dejarlo ser parte
de tan maravilloso arte
que a sus ojos se ofrecía
como mágica ambrosía
empuñando su estandarte.
El sol apagó sus rayos,
la noche prendió estrellas
y entre tantas cosas bellas
el suelo con su desmayo,
alcanzó a ver de soslayo
esa cabalgata de amor
que entre gemido y furor,
sol y luna disfrutaban
mientras hechizos nublaban
el ocaso en su dulzor.
Así prendados del tiempo
y de la pasión su fragor
siguieron derramando amor
hasta su último aliento,
que viajando con el viento
le susurró a la alborada
que en aquella noche amada
el sol se había escondido
y quedándose dormido
el alba dejó olvidada.
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